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Reflexión 4: ¿Por qué Seinfeld es mejor que Friends, pero me gusta más la última?

Hay muchas cosas que me gustan hacer en esta vida. Una de ellas es reírme y otra es ver las mismas series una y otra, y otra vez. Entonces, si mezclas ambas cosas es fácil explicar que una y otra vez haya visto las cuatro series de comedia que para mí son las mejores hasta el momento.

Series de comedia siempre ha habido, siempre hay y siempre habrá. De hecho, no conozco a nadie que no sepa nombrar alguna y raro es el año que no se estrena, al menos, una que pretenda ser la mejor serie de comedia hasta ahora. Sin embargo, ninguna, ni The Big Bang Theory, ni The Simpsons, ni Modern Family, por poner unos ejemplos, han supuesto tanto como aquéllas de las que pretendo hablar ahora. Porque estas me han hecho reír, no lo niego, pero el desgaste de los chistes y la trama ha sido muy notable. Es más, no he podido ni completarlas. Tampoco recuerdo ninguna frase o situación que me haya hecho tanta gracia o con la que me haya sentido tan identificado como para que luego la saque a colación en alguna de mis conversaciones. Sí, es cierto que en muchísimas ocasiones he escuchado personas a mi alrededor hablar de capítulos concretos de The Simpsons o mencionar que predicen el futuro. ¿Pero y qué? Sinceramente, llega un momento que si ahora mismo me dicen que la han cancelado, lo único que me saldría responder es “¿pero no lo estaba ya?”. Pero no, según Google, mientras escribo esto se sigue emitiendo. Eso es otra de las cualidades que veo en las series que repito una y otra vez: sí, están finalizadas y sí, está bien que hayan finalizado, sin embargo, no me produce pereza ver otra vez un capítulo y sabiendo que ya no se emiten, cuando vuelvo a verlas de principio a fin, me vuelve a emocionar el final. Por ejemplo, viendo como vi The Big Bang Theory hasta la última temporada, no pude ni pasar de los primeros dos capítulos de esta. Es así, no sé ni cómo acaban las historias de los personajes y me da exactamente igual porque acabé aborreciéndolos y pensando que nada de lo que me contaran ya sobre ellos me podía hacer empatizar. Llegó un momento que yo veía la serie por pura inercia.


No obstante, vayamos a lo que nos ocupa hoy. ¿De qué series hablo? ¿Cuáles son esas que veo en bucle?


Hablo de Friends, Seinfeld, The Office y Cómo conocí a vuestra madre.


El caso de Cómo conocí a vuestra madre es extraño porque reconociendo que la he visto ya tres veces de principio a fin, con el paso de los años está empezando a resultar una candidata a entrar en la lista de las series que menos me gustan. Por varias razones. Para empezar, no aguanto a su protagonista, Ted Mosby. Cuanto más lo pienso, más reconozco en Ted a un tipo narcisista, egoísta y muy mal amigo. Siendo una historia contada en primera persona por él mismo, no veo que en ningún momento acabe quedando bien. Por el contrario, creo que con los años los chistes y su historia han envejecido horriblemente mal y convierten a Ted en un acosador, un paranoico, una persona que sólo se preocupa de sí mismo y que constantemente habla de que quiere parecerse a su amigo Marshall —el personaje que es realmente bueno y siempre enamorado de Lilly— cuando en realidad le importan bien poco las múltiples novias que va teniendo, mujeres a las que abandona por nimiedades, ni sus amigos, aquéllos a los que constantemente da la espalda con tal de acostarse con una mujer. Siguiendo con el propio Ted, empieza la serie diciéndonos que le está contando a sus hijos la historia de cómo conoció a su madre, esa de la que estaba tan locamente enamorado, su alma gemela, la mujer que el destino le tenía preparada para él…, pero, ¡oh sorpresa!, al final casi no sabemos nada de ella y acaba siendo todo una excusa para volver al primer capítulo y decirnos, más o menos, que sigue enamorado de Robin y pedir a sus hijos permiso para volver a quedar con ella. Obviamente tienes derecho a rehacer tu vida si tu pareja ha fallecido, faltaría más. ¿Pero qué necesidad hay de tener al espectador diez años para contarle de una vez quién es ese alma gemela si después, para la trama, podría haber sido otra chica más de las tantas que se liga durante todos esos años? El resumen podría haber sido el siguiente: Robin no quería tener hijos mientras que yo sí, por lo que me tuve que buscar a vuestra madre, que en realidad me da igual, porque toda mi vida he seguido secretamente enamorado de Robin.

También me sorprende el tratamiento de Barney. Continuamente se nos pinta como un personaje antagónico a Ted que no hace otra cosa que acostarse con mujeres, hacer trucos para meterlas en su cama y que no le importa nada el resto de personas. ¿No es Ted el que monta tres fiestas seguidas, el que se cuela en casa ajenas, se hace constantemente el encontradizo, roba tubas o miente descaradamente a Robin sobre el estado de su relación con Victoria o el que les niega a ambas la posibilidad de ascender laboralmente con tal de acostarse con ellas? ¿No es Barney el que viaja hasta San Francisco y hace todo lo que está en su mano para que Marshall y Lilly se reconcilien o el que se guarda su amor por Robin y no actúa si no es con el consentimiento de su amigo? ¿No es él el que una y otra vez protege a sus amigos sin que estos lo sepan, llegando al punto de casi perder su vida por Ted? ¿O el que sin ningún rencor o reparo y de forma completamente amistosa corta su relación con Robin cuando ella misma se lo pide, frente a Ted que insiste una y otra vez hasta el aburrimiento?

Finalmente también me gustaría comentar el papel de la propia Robin. ¿De verdad en el siglo en el que estamos era necesario escribir a una mujer tan preparada y tan inteligente que constantemente se deje engañar por un tipo tan repugnante como Ted?

Vuelvo a insistir que saco esas conclusiones estando narrada la historia desde la perspectiva de Ted, imaginad cómo sería desde cualquiera de sus otros amigos.

Pues a pesar de todo la he visto ya tres veces, como decía al principio. Aunque, honestamente, dudo ya que haya una cuarta y será, en todo caso, por Barney, que sí me parece divertidísimo.


Friends tiene una cosa en común con Cómo conocí a vuestra madre: todo lo anterior sobre Ted se puede aplicar a Ross Geller. Y como me he quedado bien a gusto despachando a Ted, no hace falta repetirlo para Ross. Sin embargo, el resto de personajes son tan buenos, no sólo cómicamente hablando, que tapan al cretino de Ross. Porque tampoco entiendo el aguante de todos ellos, y en especial de Rachel, a la segunda persona más pedante y narcisista que conozco —el primero es Ted—.


Pero dejad que me detenga un instante en Seinfeld y en The Office.


The Office, en su versión estadounidense, es una grandísima serie que describe a la perfección muchas de las situaciones cotidianas de cualquier oficina, el tipo de personas que allí puedes encontrar y las relaciones entre ellos. Pero si es tan buena, es por lo bien que retrata a las personas. No hay personas buenas ni malas, no hay protagonistas, —exceptuando a Michael Scott— aunque sí haya lucha del bien y del mal, del trabajo y de la pereza. Sin embargo, se lleva a cabo todo ello en una historia coral donde unas veces nos ponemos de lado de uno y la siguiente vemos que en realidad es un mal compañero y que en realidad va a lo suyo. Es una lucha constante entre un héroe y su antagonista, pero, como en la vida real, una veces los héroes son unos y en otras es al revés, lo que no impide, por tanto, que nos demos cuenta de que no todo es blanco o negro y que acabes empatizando con todos ellos en mayor o menor grado. Michael Scott, el jefe, es vago, tiene afán de protagonista, es racista y homófobo y aparentemente no sabe liderar el equipo. Sin embargo, con el paso del tiempo te das cuenta de que es mucho más empático que el resto, sabe siempre qué tiene que hacer para que las cosas vuelvan a la normalidad y su racismo y su homofobia no nacen de la maldad, sino del desconocimiento, por lo que va aprendiendo y mejorando su forma de entender al resto. Parecido también pasa con Jim Halpert o Dwight Schrute. Desde el principio se nos presentan como el chico bueno, Jim, y el malvado y psicópata, Dwight, pero vamos observando que uno no es tan bueno y amable, y otro tiene mejor corazón de lo que nos pensábamos. Además, realmente podríamos decir que Jim es sumamente vago y sería cierto lastre para el resto de sus compañeros, mientras que Dwight es claramente un tipo extremadamente trabajador y siempre da el máximo de sí mismo para la empresa. Por otro lado, la historia de amor entre Jim y Pam Beesly es mucho más sana que la de Ted y Robin o Ross y Rachel: entre ellos siempre todo parece verdad, no hay engaños, no se ocultan cosas, siempre velan el uno por el otro, etcétera. Tampoco encontramos una relación descompensada donde uno siempre se entrega más que el otro. O, al menos, no a mi ojo. Ambos van creciendo como personas juntos, apoyándose y buscando el beneficio mutuo. Es más, cuando a Pam le surge la posibilidad de estudiar fuera, Jim es el primero que se echa a un lado y no pone impedimento alguno. También es Jim el que renuncia a un mejor puesto de trabajo en su empresa para seguir con ella. Son cosas que nunca se ven en Ross o en Ted, sino más bien lo contrario.

En conclusión, es una serie mucho más realista, donde se refleja que las personas son un sumatorio de muchas cosas, y gracias a ello acabas, de alguna forma, sintiendo lo mismo que sienten los propios personajes, te sientes involucrado, quieres que les pasen cosas, o que no sufran, lloras con ellos, te ríes con ellos… acabas convirtiéndote también en un empleado más de Dunder Mifflin y queriendo que la empresa vaya lo mejor posible.


Si considero que Seinfeld es la mejor de todas es porque consigue que empatice con los personajes sabiendo que son crueles y narcisistas. La diferencia es que querría ser amigo de Jerry, Elaine, Kramer y George a pesar de saber que son malas personas. Porque desde el primer momento de la serie me han mostrado que son así, que son despreciables y que las historias que les suceden es porque son así. Ellos no tienen que evolucionar porque desde el principio se han mostrado en su forma más perfecta de villanía y egoísmo y su objetivo en ningún momento es mejorar como personas. Tampoco pretenden cambiar a nadie. ¿Se mienten entre ellos? Sí. ¿Son, en realidad, malos amigos? Sí. Son de lo peor, pero el humor parte precisamente de eso. Parte de saber que todo eso les pasa porque son las cuatro peores personas de Nueva York y no les importa. También es muy realista como The Office porque viene a decir que las personas no tenemos remedio y que por mucho que nos digan que tenemos que cambiar o mejorar, no vamos a hacerlo, y, a la vez, no tenemos por qué. Pensando más allá, incluso podríamos sacar como conclusión que la moraleja es aceptarnos como somos y aceptar a quienes nos rodean con sus defectos, sin pretender que sean quienes no son. Además, lo bueno de la serie es que podrías ver cada capítulo completamente por separado o aleatoriamente y daría igual. La única razón para verla es el humor, pasar un rato maravilloso en tan solo veinte minutos. De esta forma también se consigue que el humor, los chistes, sean prácticamente atemporales. Por otra parte, la relación entre ellos no es impostada. En The Office se relacionan, en gran parte, porque son compañeros de oficina, pero no creo que saliesen luego a tomar algo diariamente juntos. En Seinfeld vas con ellos a la cafetería a todas horas porque sabes qué clase de personas vas a encontrar, pero también que son como tu familia, y que con ellos siempre vas a tener la mejor historia que contar. Es más, será la mejor historia que contar aunque sea un muermo absoluto, lo que importa es que estabas con ellos. Aunque no me queda claro de si acuden a ti simplemente por eso, porque son tu familia, aunque luego no te escuchen o no sepan muy bien qué necesitas. Sin embargo, por culpa de Seinfeld me rio de cosas tan cotidianas como lavarme los dientes o de acudir a un centro comercial y no encontrar mi coche, ir a cenar fuera o ir al dentista, mientras me veo reflejado en otras historias que están claramente marcadas por la tacañería, el desprecio por los demás, etcétera. Seamos sinceros, ¿quién nunca en la vida ha tenido un mal gesto y ha pensado “que se joda”? Yo sí. No todos los días, pero sí. Seinfeld saca lo peor de cada uno y lo lleva al humor por el humor. Eso es lo que le hace tan genial. Ah, y muy importante: sabemos desde el principio que Jerry y Elaine tuvieron un pequeño romance en un tiempo anterior a la serie, pero en ningún momento nos pretenden impostar que acaben siendo novios de nuevo. Uno también acaba un poco cansado de series en las que sabes que el propósito es que los protagonistas acaben juntos. No solo en la comedia. Seinfeld es una serie que duró nueve años, pero que por estas características podría haber durado nueve más y no me hubiera cansado de verla. Bueno puede que sí. Está bien como está. Lo que quiero decir es que no me canso nunca de verla, aunque sea un capítulo suelto de vez en cuando.


Y llegamos a donde queríamos llegar: a por qué, sabiendo que Friends no es tan buena como Seinfeld, me gusta más.


Friends tiene un gran problema y es la relación tóxica entre Ross Geller y Rachel Green. La idea inicial es buena, pero la ejecución pésima. El reencuentro entre Ross, que lleva años enamorado secretamente de ella, y Rachel podría haber dado para una historia de amor convencional que se mezclara con la historia del resto de personajes, donde, desde el primer capítulo hubiéramos asistido a la historia de un grupo de seis personas donde dos de ellos son una pareja. Sin embargo, por alargarlo o por el motivo que fuera, convirtieron a Ross en un personaje acosador, mentiroso, pedante, celoso y con problemas con los límites y a Rachel en la mujer inteligente y poderosa que acaba tragando con todo eso, pese a que a su propio personaje no le pegue en absoluto —bueno, está claro de dónde tomaron sus ideas los guionistas para la historia de Ted Mosby y Robin Scherbatsky—. Sin embargo, quitando todo esto y dejándolo a parte, Friends consigue que sufras por Chaendler, Phoebe, Monica y Joey; que también entiendas con ellos que las personas discuten, lloran, ríen, tienen problemas con su familia, con su trabajo, con su vida en general, y que al final descubras que son ellos mismos quienes te sacarán del pozo de miseria en el que te encuentres. Porque, a diferencia de Seinfeld, la amistad, el grupo, está muy por encima del humor y de las historias, pero, sobre todo, de uno mismo. Por eso me gusta todavía más. Porque me río, sí, mucho, y también siento que ellos estarán siempre para mí. Es lo único que no tiene Seinfeld, donde te queda la duda de en caso de crisis si alguien te salvará o tendrás que hacerlo tú solo, o, en el mejor de los casos será el humor en sí, pero no tus amigos. Y sí, es de lo que habla Seinfeld, es decir, en eso es totalmente coherente, pero Friends te saca de la vida real, de la vida de miseria, y te dice que ellos estarán para ti cuando lo necesites. Te lo dice, además, desde el segundo cero del primer capítulo con la sintonía de arranque. Por eso sé que, aunque algunos chistes ya no sean apropiados, o que me tenga que comer la toxicidad de Ross, si me encuentro bajo de ánimo, basta con bajar al Central Perks. No es real, pero es necesario.

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