top of page
Para estar al día del blog: 

Croquetas de jamón

  • Reiniciando Relatos
  • 31 ene 2021
  • 4 Min. de lectura

A mi amigo Sergio le encanta cocinar. Él no es cocinero profesional, simplemente es su mayor afición. Según me cuenta lo utiliza para divertirse, pero también para despejarse si ha tenido una jornada laboral muy dura. Se pone música y comienza a hacer guisos para toda la semana, o para todos nosotros, sus amigos. Además, lo mismo hace platos más tradicionales como callos o cocido madrileño, que otras cosas más diferentes cuyos nombres no entiendo del todo y que según él ha aprendido en libros de chefs importantes o viendo vídeos de Internet. Aunque yo no entiendo muy bien, tampoco, qué hace, ni me interesa mucho y no presto atención a sus explicaciones, debo reconocer que la gran mayoría de sus platos están exquisitos. De hecho, cuando quedamos todos solemos abusar de su gusto por la cocina y nos juntamos en su casa donde nos deleita con sus últimas creaciones. No obstante, nosotros mismos nos dimos cuenta de que nos estábamos aprovechando de su generosidad y acabamos poniendo un bote para los ingredientes y cualquier otro gasto.

Alguna vez , en nuestras reuniones le hemos propuesto que deje su trabajo actual, sobre todo, si, como él dice, es tan tedioso y poco estimulante, y monte su propio restaurante. Pero, en realidad, tanto él como nosotros sabemos que se trata de una quimera porque no es lo mismo cocinar o hacer esferificaciones para cinco o seis que para cuarenta o cincuenta, todos a la vez y con varios turnos, y, en fin, llevar a buen puerto todas y cada una de las cosas que conlleva un restaurante. También, como él argumenta, no es lo mismo realizarlo en el tiempo libre como diversión que tomarlo como algo profesional.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte voy notando que está un poco agobiado. Me refiero en la cocina. Empiezo a notar que se está tomando demasiado en serio hacernos sorprendentes cenas cada sábado o las recurrentes comidas dominicales. Quizás sea debido a otras cosas, probablemente, pero las veces que nos hemos reunido últimamente nos ha atosigado con preguntas sobre el sabor, el punto de cocción, la técnica, el maridaje con el vino, o incluso si nos gustaba su camisa, la cual ya habíamos visto en otras ocasiones. Sin embargo, no le di mayor importancia más allá de un breve comentario que le hice a mi amiga Gemma mientras esperábamos al taxi al acabar la cena. Esta noche Sergio estaba un poco nervioso, ¿no? Puede ser, pero será por el trabajo, no se lo tengas en cuenta. Y terminé la noche tranquilamente.

No había vuelto a pensar sobre el tema hasta que ayer nos pidió que hoy fuéramos a su casa a las seis de la tarde. Me sorprendió muchísimo porque prácticamente siempre hasta ahora habíamos quedado mucho más tarde: lo justo para poner la mesa, servir los platos y cenar. No entendía muy bien qué íbamos a hacer desde tan temprano. Por supuesto, me encanta pasar tiempo con ellos, pero para estar tantas horas juntos prefiero pasarlas en otro tipo de planes, que no sean sentarnos en un sofá a charlar y pasar tiempo únicamente. Esas cosas solamente pasan en las series de la televisión.

El caso es que puntualmente he llegado a su casa y allí estaba él con Gemma, y Julio y poco a poco han llegado Laura y Miguel. Entonces, Sergio ha sacado una pequeña nevera portátil con diferentes bebidas nadando en hielo y sal. Después de coger cada uno lo que quería, hemos empezado a charlar y mientras, Sergio nos ha dejado para irse a la cocina, donde de acuerdo a sus palabras, le quedaba un buen rato, horas, para que la cena estuviera terminada. Esto es normal dado el nivel al que nos tiene acostumbrados, pero no cuadraba, como ya he dicho, con tenernos allí tan temprano.

No llevábamos mucho tiempo hablando en el salón y cotilleando las cosas de Sergio cuando hemos oído un estruendo proveniente de la cocina, como si cayera un mueble, seguido de dos minúsculos golpes de objetos pequeños que caían al suelo.

Asustados Laura y yo nos hemos levantado corriendo y hemos acudido a la cocina a ver qué estaba pasando.

Allí, ante nosotros estaba Sergio perdiendo mucha sangre por el hueco que había dejado el brazo izquierdo a modo de cataratas, aparentemente autoamputado y él yacía en el suelo inconsciente junto a dos cucharas. Rápidamente Lucía ha llamado a emergencias por teléfono. Yo pegué un grito y avisé al resto, no sé cuán conscientemente, pero al fijarme bien pude observar que con su brazo derecho estaba intentando formar croquetas de carne del izquierdo, junto a las dos cucharas pues ya tenía un cuenco con bechamel y alguna croqueta ya empanada y lista para freír, y restos del brazo amputado adornaban la encimera.

La pérdida de sangre lo había matado y los miembros del 112 que llegaron a casa no pudieron hacer otra cosa que certificar su fallecimiento. Luego, nos comunicaron que incluso se había autoanestesiado para evitar el dolor. Fue su último gesto de amistad y devoción con nosotros. Nunca quiso molestar. Ahora por fin entiendo qué quiso decir cuando se despidió de nosotros antes de ponerse a cocinar diciendo que con la receta de hoy íbamos a alucinar, pero no comprendo cómo se apañaba para manejar ambas cucharas con una sola mano.

 
 
 

Comments


Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic

¡SÍGUEME y COMPARTE! 

  • Facebook Classic
  • Twitter Classic

© 2016 Pablo Merino Prota Creado coh Wix.com

bottom of page