top of page
Para estar al día del blog: 

Noche

Es de noche, me encuentro tumbado en la cama. Llevo un buen rato, al menos aparentemente, intentando conciliar mi sueño con los ojos completamente cerrados. Incluso, oigo ya la respiración rítmica de mi novia. El tiempo pasa y cada vez la noche parece más profunda: ya no se cuela por la ventana nada más que pequeños restos de luz procedentes de la única farola que hay en el trozo de calle donde vivimos y el silencio es prácticamente absoluto ahí fuera.


De repente, siento que algo recorre mi cuerpo. Percibo sobre mi piel ligeros, pero suficientemente penetrantes, golpecitos punzantes y mi cerebro empieza a recrear ondulaciones en mi epidermis, como depresiones o cráteres que aparecen y desaparecen con el movimiento de lo que sea que ahora mismo recorre mi brazo. Noto también que acaricia mis pequeños y oscuros pelos, como el viento al recorrer un bosque muy tupido. Mientras que la sensación de tener unos pequeños pies pisándome es bastante desagradable, puedo asegurar que el contacto con mi vello es casi agradable, como si alguien me estuviera pasando un par de dedos delicadamente a modo de masaje. Si no fuera por lo primero, por los pasos, sería narcótico. Sin embargo, no quiero abrir los ojos porque temo enormemente qué es lo que me lo produce. Sé que no es mi novia pues sigo escuchando su respiración calmada y esto lo produce algo no más grande que unos cuantos alfileres moviéndose de forma acompasada. De vez en cuando percibo que se detiene; los pasos, los pequeños pinchacitos rápidos y en vaivén dan paso a dos hileras en paralelo, que intuyo no tendrán más de unos pocos centímetros. Gracias a eso he deducido que se trata de un insecto. ¿Pero cuál? No parece una araña: puede que mi imaginación me engañe, pero pienso que si fuera algo arácnido las patas dibujarían algo más circular, y estas son completamente rectas.


Vuelve a moverse, pero esta vez va muy lento. Noto que se asoma al borde de mi antebrazo y esperanzado espero que deje mi brazo para ir al colchón. No obstante, si acaba en el colchón, el mismo asco que me está dando ahora al notarlo sobre mí, sé que es probable que me paralice y el insecto podría acabar sobre el cuerpo de mi pareja. No sé qué hacer. Vacilo también con la posibilidad de levantar muy lentamente mi otro brazo e intentar aplastarlo ahora que está quito y arrinconado entre la sábana y mi cuerpo. Sigo con los ojos cerrados, pero el autoconocimiento de mi cuerpo me motiva a ello, aunque sé que hay opciones de que pueda fallar. Además, si acabo perdiendo mi oportunidad, el golpe la hará correr y quizás se meta entre la sábana y la colcha o desaparezca bajo la almohada y, entonces, la búsqueda será tediosa, nos terminaré por despertar a los dos y en caso de fracasar en la búsqueda sí que sí acabaré pasando la noche en vela.

Estoy perdido en mis dudas cuando percibo que, de nuevo, arranca su movimiento y asciende por mi codo a gran velocidad hacia mi hombro. El ascenso ha sido vertiginoso y repugnante, sobre todo, intentando imaginar qué puede ser, qué clase de bicho inmundo se está atreviendo a recorrer mi cuerpo como si yo fuera un ser inerte. Cuando pensaba que no podría ser más nauseabundo, el insecto se ha parado en el nacimiento de mi cuello y percibo —seguramente sea sugestión— cierta presión sobre una de mis arterias. No tiemblo, estoy muy alterado por culpa de dicha presión, y de hecho siento cierta rigidez. Cada pulsación retumba dentro de mí como si ondas sísmicas rebotaran en mi interior cada vez que la sangre es impulsada por dicha arteria al entrar con el influjo de la presión que ejerce el insecto en cuestión. Para colmo, mientras mi cuerpo ha decidido mantenerse rígido y tensionado, mi cerebro ha decidido recordarme uno de esos datos que uno aprende y que no sabe por qué se queda con ellos, a pesar de que luego no se acuerda de lo que ha desayunado esa misma mañana y me estimula regurgitando en mis pensamientos que según leí no sé cuándo, si es una cucaracha, según se van moviendo, su sistema digestivo va dejando heces a su paso y mi única inquietud en ese momento es tener todo el brazo derecho cubierto de mierda de cucaracha. En fin, si normalmente me las encuentro en zonas donde se acumula basura, mis deshechos y los de otros humanos como yo, qué clase de heces generará un ser así, me pregunto. Tampoco he dejado de sentir la presión sobre mi cuello ni un instante, sin embargo. Por unos instantes intento alejar mis pensamientos de la cucaracha deseando con todas mis fuerzas que sea una simple mosca. No lo haría más agradable, no deja de ser un bicho igual, pero por lo que sea me parece menos repulsivo y más inofensivo. Teóricamente, en principio. Lo que sí he descartado es que sea un mosquito porque no le he escuchado zumbar en ningún momento y no concibo que no me haya chupado la sangre y se haya marchado sin más.


Retoma su marcha y lo noto en el lóbulo de mi oreja; definitivamente no se trata de una mosca por el tamaño que intuyo que tiene. Poco a poco me voy convenciendo de que es una cucaracha que se está paseando por mi cuerpo y no paro de pensar en sus excrementos por mi piel y mi pijama. Tampoco se me va de la cabeza pensar dónde habrá estado, de qué sitio putrefacto habrá venido y cómo es posible que haya ido a querer pasar la noche sobre mí, en mi cama, supuestamente limpia. Pero está tan cerca ya de mi oído que escucho un ruido como de triturador de forma ininterrumpida. Son como dos cuchillas rozándose. ¡No lo aguanto más, pero estoy tan acongojado que no me puedo mover!


Entonces, cuando estaba totalmente centrado en el insecto que se me iba a meter por la oreja, he sentido una presión encima de la colcha a la altura de mi pulgar del pie izquierdo, ¿otra cucaracha? A continuación, he notado que algo se movía ascendiendo por mi rodilla derecha y a la vez en mi dedo anular de la mano.

En ese momento sí que no podía soportarlo más y he pegado un brinco dándome golpes alocadamente contra mi cabeza, mis piernas, mis brazos y, en general, todo mi cuerpo. Eso ha hecho que mi novia se despertara, como temía, y gritando preguntándome qué estaba pasando, ha dado la luz y según cuenta me ha encontrado pálido y con cara de terror. Al recobrar la vista en su totalidad, lo que han tardado mis ojos en acostumbrarse de nuevo a la luz, he podido comprobar que no había absolutamente nada ni en mi oreja, ni en mis manos, ni en las sábanas —balbuceando prácticamente le he pedido que se levantara y he deshecho completamente la cama para volverla a hacer a continuación—, ni en ninguna parte he conseguido ver nada raro: ni moscas, ni arañas, ni mosquitos ni cucarachas. Ella me ha regañado y me ha jurado que estaría teniendo una pesadilla.


Rápidamente se ha vuelto a dormir, pero yo he sido incapaz. Es cierto que no he vuelto a sentir nada, pero ya no podía ni cerrar los ojos y me sentía más activo que nunca. Por eso, después de otro rato y previendo un día duro a la mañana siguiente, me he ido a dormir al sofá del salón.





Como sé que suena algo absurdo, si mañana me preguntan en el trabajo el porqué a mi cara de agotamiento diré que en la cena de Navidad de la empresa me besé con una camarera y por eso mi novia me hizo dormir en el salón. ¡Ah!, y en cuanto mañana ella se vaya a trabajar quemo el colchón y la almohada y encargo otro nuevo.

Tags:

Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page