top of page
Para estar al día del blog: 

Verano en Toledo

Desde hace unos días estoy bajando cada tarde a la piscina. Es verano y ya sabemos que en Toledo, con el verano si uno no pone remedio al extremo calor puede pasarlo horriblemente mal. Toda mi vida aquí y no me acostumbro. Es como vivir permanentemente entre los hierros de un radiador a pleno funcionamiento. Aprovecho que en mi familia disponemos de una piscina privada y voy a refrescarme.

No es muy grande, pero siendo solo para mis hermanos, sus hijos y yo, nos vale. Está a las afueras de la ciudad y no me cuesta nada coger el coche y pasar allí la tarde y entre baño y baño leer un libro. Incluso hay días que salgo de trabajar y sin comer, me voy hacia allí.

Me gusta tanto estar allí que suelo ser el primero que llega y el que cierra la finca por la noche. Es agradable y se respira una tranquilidad que no he sentido jamás en ningún otro sitio. Es, definitivamente, la única rutina que me gusta. Además, entre todos lo tenemos muy bien organizado: nos llevamos bebidas, comidas para merendar, juegos de mesa… y por supuesto, nos repartimos el mantenimiento. Nos gusta tanto que también suele ser un rincón de reunión con amigos de unos y de otros.

Cuando hoy he llegado a la finca, he visto que había un adolescente bañándose, nadaba haciendo largos a crol. Ciertamente, nadaba bastante rápido y llevaba un bañador de color marino, prácticamente idéntico al que tenemos todos los hombres en la familia por lo que me he visto confundido. Al principio, no he sabido quién era. Luego tampoco. Sin embargo, como al llegar, la verja estaba cerrada con candado y cadenas, he pensado que sería alguno de mis sobrinos y que no he reconocido por estar nadando. Yo, he sacado mi libro y me he puesto a leer en una tumbona que tenemos a la sombra. No sabría decir cuántas páginas llevaba ya leídas cuando el chico se ha salido del agua, ha cogido la toalla y se ha sentado en otra tumbona, no muy lejos de la mía.

Curioso, he levantado la vista del libro, le he mirado fijamente y no he conseguido saber quién era. Definitivamente, no era ninguno de mis sobrinos ni nadie que yo hubiera visto jamás. Entonces, he empezado a cavilar de quién podría tratarse. Como no es raro que mis sobrinos inviten amigos suyos he pensado que podría ser uno de ellos. Rápidamente lo he descartado dándome cuenta de que la puerta estaba cerrada y no creía posible que en mi familia le hubieran dejado pasar y se hubieran ido sin más. Ni he visto otro coche que no fuera el mío ni signos de que estuvieran en la cercanía. Luego, he descartado que fuera el hijo o nieto de alguna de las personas que tenían una casa cercana a nuestra parcela y que alguien de mi familia le hubiera dejado entrar a bañarse. Conozco bastante bien a nuestros vecinos y no recordaba jamás haber visto nunca a ese niño entre ellos.

-Hola-he dicho mirándole e intentando buscar alguna respuesta por su parte. Esperando que siendo mucho mayor que él, aparentemente, se dignara a decir quién era y qué hacía allí. Por respeto, como el que yo tenía a los padres de mis amigos cuando era un niño.

-Hola, ¿cómo estás?- se ha limitado a responder y yo a aprobar con un movimiento de mi cabeza

Ante mi incredulidad por la situación y la parquedad de respuestas, seguía preguntándome lo mismo de antes, no obstante, reconozco que me sentí abrumado por su seguridad y no me atreví a preguntar abiertamente qué estaba ocurriendo. He de agregar también que me pareció un chaval muy cordial y que, objetivamente, no me estaba molestado. Pronto llegué a la conclusión de que mis incógnitas se resolverían en el momento en el que apareciese algún otro miembro de mi familia.

Como si todo fuera absolutamente normal, yo he seguido leyendo y he podido comprobar que él sacaba un teléfono móvil y unos cascos y se tumbaba en la tumbona.

Imbuido en la tranquilidad de la tarde y atrapado por las páginas del libro he pasado la tarde leyendo y escuchando al chico metiéndose a la piscina a nadar cada cierto tiempo. De hecho, no he tenido ni la tentación de zambullirme en en agua. Era extraño, pero me sentía yo el intruso en la piscina, tenía la sensación de que era a mí a quien se observaba y se escudriñaba. No obstante, a última hora de la tarde, pensando en volverme a casa fresco, me he pegado un chapuzón, me he secado y me he cambiado de ropa. Nadie más ha venido esa tarde y mis dudas seguían flotando en el ambiente.

Finalmente, me he acercado a él antes de ir al coche.

-Chico, me voy a ir y voy a cerrar. Esto está muy lejos de cualquier sitio. ¿Necesitas que te lleve a alguna parte?

-Sí, gracias.

Nos hemos montado los dos, me ha dado su dirección y la he introducido en el navegador. He conducido casi veinte minutos con un chico sentado en el asiento del copiloto en puro silencio. Cuando hemos llegado a la puerta de su casa, no solo no sabía quién era, ni su nombre, sino que tampoco sabía ahora dónde narices estábamos ni qué había ocurrido en toda aquella tarde.

Se ha bajado del coche y mientras esperaba a que le abrieran la puerta, he pensado que era el momento de preguntarle. No sé por qué. Me he puesto nervioso y pensaba que si lo hacía en ese momento, por las prisas, sería difícil que me contara una trola. Por eso, he bajado la ventanilla derecha y le he hablado:

—Hasta mañana-ha sido todo lo que he conseguido decir. Despavorido, he arrancado y he llegado a ver cómo se giraba y me devolvía el saludo.

-Hasta mañana, señor.

Dedicado a Marta, Javier y Manuel Navarro

Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page