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Calcetines

  • Pablo Merino Prota
  • 4 jul 2019
  • 3 Min. de lectura

¿Qué es un calcetín? Hoy he soñado que iba caminando a casa desde el trabajo y me hacía esa pregunta. ¿Cómo se define un calcetín? Sigo sin saber responder a esa pregunta. Pero en mi sueño empezaba a divagar acerca de los calcetines. ¿Hay calcetines de izquierdas? ¿Y de derechas? ¿Hay calcetines de centro? Depende, me decía. Hablando conmigo mismo llegaba a la conclusión de que depende de cómo me levantara por la mañana. Sin embargo, según iba llegando a casa, en mi sueño, mis pensamientos sobre los calcetines rápidamente viraron a preguntarme qué llevaba a un calcetín a desparejarse, a perderse, cuando entran en la lavadora. Porque no será el primero que entra de la mano de su pareja y que al acabar el ciclo de lavado hace que ésta salga sola. Nunca lo he entendido.

Me quedaban doscientos metros para llegar a mi casa en mi sueño cuando he intentado ponerme en la tela de ese calcetín que decide huir vilmente. ¿Y si se estaba viendo obligado a vivir una vida en pareja que no lo completaba? ¿Me iría yo si mi par no fuera lo que yo quisiera? ¿A dónde van? ¿Hay un crucero para calcetines desparejados al otro lado de mi lavadora? ¿O sería yo, su amo, el que los hacía huir? Me imaginaba como un calcetín de algodón fino, azul marino, liso sin costuras. A lo mejor, me decía, si empezara a emparejarme con un Happy Socks no querría evadirme por el conducto de la lavadora. O quizás, yo era un Happy Socks y no un apagado calcetín ejecutivo, y me engañaba a mí mismo. Otra opinión es que se sintieran aterrados pensando en el fatal destino que los aguardaba: morir ajados y desteñidos o agujereados por mi dedo gordo.

En el sueño no llegaba a ninguna conclusión. Antes de que sonara la alarma esta mañana, mi yo del sueño volvía a estar en la calle, no era más un calcetín. Mi yo soñado estaba a escasos metros de mi portal detenido en la acera entre un coche aparcado a su izquierda y la puerta de un banco a la derecha y, como si un ancla me mantuviera unido al suelo sin poder moverme, de repente veía cómo mi calcetín del pie derecho rompía mi zapatilla y se salía de mi pie dejándome totalmente descalzo y ascendía volando como una cometa juega con el aire y poco a poco lo iba perdiendo de vista en el cielo azul brillante de ese día.

Al instante, la alarma ha sonado.

Cuando me he despertado no tenía ganas de ponerme unos calcetines como cada mañana. La primavera ha llegado definitivamente y hacía un calor agradable en casa.

Luego, he desayunado, he ido al baño. Antes de salir de casa para ir a trabajar he ido al cesto de la ropa sucia y he seleccionado la ropa para poner un programa de lavado, pensando en tender cuando regresara caminando de vuelta.

Juro solemnemente que me había olvidado del sueño, hasta que he sacado del cesto un calcetín azul marino de algodón, lo he estirado sobre la palma de mi mano, lo he mirado a los ojos -¿a los ojos?, he pensado que si tuviera estarían en la parte de la pernera- y he sido claro con él.

-Haz lo que quieras ahí dentro.-he dicho mientras lo lanzaba dentro, cerraba el tambor y pulsaba el botón ON.

 
 
 

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