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Bordados

He llegado a casa y me han regañado. Lo cuento porque no es normal. Mi vida tiene un gran componente de felicidad en la rutina diaria. No soy tan feliz como para rezumar serotonina por todos y cada uno de mis poros, pero sí dentro del percentil setenta y cinco de la escala de felicidad. Sí, así lo definiría yo.

Sin embargo, el hecho de que me hayan regañado es sorprendente. Normalmente, cuando llego a casa, mi pareja me recibe con un qué tal, o cuánto me alegro de que ya estés aquí… incluso con total indiferencia. Aunque no penséis mal, es algo bidireccional. Somos curiosos.

Volviendo al tema que quería transmitir hoy, me han regañado.

Mi mujer, Carlota, me ha echado en cara que haya ido a Zara, me haya comprado una camisa básica para ir a trabajar y le haya bordado mis iniciales en el puño derecho.

Sí, he acudido a una de estas mega tiendas que pueblan ahora mi ciudad, he comprado una camisa azul tipo Oxford, y acto seguido he acudido a una modista que despacha cerca de casa para que me cosiera mis iniciales en el puño de la misma. La camisa me ha costado treinta euros y otros veinte coserle las iniciales. Bueno, más o menos, porque uno ya sabe que ponen las cosas con precios extraños para intentar engañar al consumidor.

Cuando he tomado esa decisión he pensado que de ahora en adelante, lo haría en todas las camisas que fuera comprando. Yo estaba convencidísimo hasta que he llegado a casa y Carlota me ha dejado claro el pésimo error que había cometido.

Ha sido nada más enseñársela. Yo estaba en el percentil noventa de felicidad en ese momento y me lo ha bajado a diez.

-¿Pero por qué narices has hecho eso?-ha empezado diciendo- ¿No te das cuenta de que te ha salido más caro el bordado que la camisa en sí? Y que es de Zara, Juan… ¿Quién se borda sus iniciales en una camisa de Zara? ¿Qué estabas pensando? Ni que fuera de Prada, por dios.

Y mientras decía esto último notaba en la expresión de su rostro la decepción que sentía y la incredulidad que le suponía aquel asunto.

-Pues no sé -he respondido compungido y sintiéndome canijo- A mí me parecía una buena idea -para rematar mirando el puño bordado como quien mira a un amigo con el que has cometido una estupidez y ahora ninguno sabe explicárselo a sus madres- He pensado… he pensado que de esta forma si miro mi mano izquierda sabré qué día y qué hora es, y si miro mi derecha sabré que con cierta seguridad soy Juan Pérez Molina.

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