Google Translate
- Reiniciando Relatos
- 24 may 2019
- 2 Min. de lectura
Hoy, por fin, he llegado a París. Llevaba soñando con este momento desde hace mucho tiempo, concretamente, desde que me concedieron la beca para venir a estudiar a la Sorbona. He estado mucho tiempo preparando este viaje porque el año y medio que me espera aquí puede ser una gran oportunidad para mí.
Recuerdo que comencé mirando mapas que había por mi casa, señalando dónde está mi residencia, las paradas de Metro cercanas, y cómo llegar hasta la universidad andando. Luego, busqué información útil: horarios del transporte público, de los restaurantes, de los supermercados... Un poco de todo. También me compré alguna que otra cosa, como ropa de cama nueva, una maleta más grande que la que tenía hasta ahora, etcétera. Hasta he estado aprendiendo francés.
Sé que para los estudios que voy a cursar no me hará mucha falta, pero entiendo que sí para mi rutina diaria.
Al principio, empecé estudiándolo con una aplicación en línea hasta que se me pasó el periodo de prueba gratuito. Entonces, pensé que con el nivel inicial me serviría para los primeros días. Decidí, en su momento, que lo iría mejorando sobre la marcha y que podría tomar clases allí. Al fin y al cabo, el castellano y el francés guardan cierta similitud.
Sin embargo, ayer, como un estudiante que deja todo para el último momento, me puse a repasar mi francés. Reconozco que me agobié aunque sabía que ya era tarde para eso. Me puse muy nervioso y me vinieron arcadas de la intranquilidad que me inundaba. La sensación que tenía era de estar en medio del océano sin ver tierra firme cerca.
Me acabé sintiendo mejor cuando abrí mi ordenador portátil y me metí en Google Translate. Estuve un rato escribiendo las frases que pensé más importantes para sobrevivir, las anoté en mi agenda y me dediqué a repetirlas una y otra vez imitando la voz del traductor como un loro.
Era plenamente consciente de que mi solución era inválida e insuficiente por lo que no descarté la idea de apuntarme a clases al llegar. Aun así, fue suficiente para tranquilizarme y empezar a divisar la playa.
Como decía, hoy he llegado a París. Estoy muy feliz pese a cómo ha empezado mi estancia aquí: al llegar a mi residencia me he presentado, he esperado a que la persona que estaba en recepción me acompañara a mi habitación, pero en vez de eso, me ha dado una bofetada de tal calibre que me ha dejado sin oído unos segundos. No sé qué habré dicho.
Ahora, mientras abro la puerta de mi cuarto solo y desconcertado, estoy convencido: necesito apuntarme a clases de francés.
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