República Democrática de Pablo
- Pablo Merino Prota
- 8 may 2019
- 2 Min. de lectura
Según el contador del señor Wix, esta es mi entrada número 50. No es que tenga mucho parroquiano por aquí, pero como los números acabados en cero le suelen molar al común de las personas mortales que habitan el planeta Tierra, me he dicho a mí mismo que tenía que hacer algo especial. Además, es muy probable que pase un tiempo hasta que vuelva por aquí.
Pero, como no hay nada más especial que hablar de mí mismo, hoy os traigo la poesía que he titulado
República Democrática de Pablo:
Solitario en la abundancia
de las personas y las cosas
que a mi alrededor
van a pasar.
Déjame que hoy
con las letras
me arrope
que las comas y puntos
yo utilice,
como un bálsamo,
a mis vientos amainar.
Permíteme que hoy,
acurrucado en este
lecho, que es el papel
con el Bic
como machete
deje entrar la tinta
y ésta saque
a la luz mi verdadero Estado.
Capital, tristeza.
Bandera, soledad.
Escudo, un disfraz.
Zona industrial
cerrada por pereza
del único ser
que la hacía funcionar.
Mi gentilicio es
caos o extrañeza.
PIB nunca al alza,
nunca positivo,
siempre depresivo.
Forma de Gobierno:
cerebro dictatorial.
Ciudad de vacaciones,
dígame ¿qué es eso?
Aislado en el mundo
sin ningún aliado internacional.
Mi moneda
mi pasión,
aunque resulta que
frente a dólar, libra o euro
tiene valor, ninguno.
Posesiones de ultramar
sí tengo: Isla Entrega
y la Península Dedicación.
Pero por mí
abandonadas están
en el lejano Pacífico Oriental.
Subordinado a
“Recoge tu habitación”.
Denegado en la Comisión Europea
de “Hoy no quiero”.
Soy Miembro Estatutario
de la ¡Oh, NO,
este trabajo
está por entregar!
Invierto en el I+D
de lo que nada sirve:
ingeniería para baños
y medicina
para el que no ríe.
Orografía. Ni ríos ni valles,
ni relieves ni montañas.
Todo plano.
Solamente un lago
con lágrimas
de varios años generado.
En mi única frontera
un señor con gafas y bigote
que te comprueba el pasaporte
y que al entrar te dice:
“Feliz viaje a ninguna parte”
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