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Bringo y su cerdito

Soy un escritor pésimo, patético. Eso de que la inspiración te tiene que pillar con el lápiz en la mano es una soberana tontería. Si eres escritor tienes que saber escribir. Yo no. Así que sí, soy patético.

Después de meterle su cosita al cerdo, Bringo le perdió miedo. La primera vez fue horrible, como todas las veces. Sin embargo, Bringo pensó que no había sido tan malo pues el cerdo pegó un respingo y emitió un ruido raro. Seguramente por la sorpresa. Bringo pensó que de gusto. Desde entonces, ha basado toda su vida sexual en ello. Lo malo es que ninguna mujer había querido nada con él. Ni mucho menos un hombre. Por eso cada vez que se masturba, da un respingo y emite un ruido raro. Es raro pero así su madre sabe a qué se está dedicando. Podría ser peor; podría estar estudiando.

En su familia nadie ha estudiado nunca. Ni falta que hace, Su padre era el rey de un país y por lo tanto, su madre la reina y él el príncipe. Si necesitaban algo, valía con pedirlo o firmar un par de papeles. No daban explicaciones de nada. Todo era suyo y lo que no lo adquirían. Sin embargo, ¿por qué seguía Bringo masturbándose? No es que fuera a pagar a nadie pero siendo el príncipe seguramente habría más de uno o de una para acostarse con él.

Podría ser. Nunca lo sabremos. El problema era que él estaba enamorado de su cerdito, aquel que violó a los tres años; lo que no sabía era que aquello tan jugoso que tomó para cenar hace dos años por Navidad era su amado cerdito.

Esta entrada es la continuación de la que escribí la semana pasada

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