top of page
Para estar al día del blog: 

Al parecer él sabía bailar

Antes de dar comienzo a lo importante, decir que aquí os presento el primer relato de mi libro "La Ventana y otras historias". Espero que lo disfrutéis.

Ramón acariciaba el arma con suavidad. Era una Mágnum del 45. Pasaba la mano sobre el cañón palpando cada minúsculo detalle. Para él era una sensación de lo más excitante. Sentarse en su sillón orejero era su pasión. Sentarse en su sillón orejero al cual por los más de veinte años que tenía le fueron apareciendo grietas casi a la vez que a Ramón le crecían las arrugas, se le manchaba la piel y se le agrietaban los labios. Sobre todo si hacía sol. Cogía su sillón y lo acercaba a la puerta del balcón que daba a la calle Lavapiés de manera que solamente le diera el sol por encima de las mejillas. Aunque eran ya diez años que solo lo arrastraba. Desde el día que Marina se fue con él seguía este rito a eso de las seis de la tarde en verano cuando el sol ya no apretaba y sobre las tres el resto del año para tener el máximo calor posible. Es como si el calor sustentara sus actos. Acercaba el orejero al balcón, cogía su pistola, se sentaba para ver pasar la gente mientras acariciaba la pistola como quien acaricia un gato-no existía para Ramón algo más dulce que su sillón, los gatos y las pistolas, el resto le parecía totalmente oscuro, sucio, tenebroso y sin sentido-. Pasaba la mano por el cañón como si fuera a sacar algo de ella. Hiciera frío o calor, menos o más tiempo, él, Ramón siempre estaba ahí. - 2 - A veces encendía la radio. Pero eso no suponía que la escuchara. No suponía que prestara atención. De vez en cuando había sentido la necesidad de usarla. De utilizarla consigo mismo. Pero eso no le serviría de nada. No arreglaría las cosas. También había pensado en matar a Bernat. Pero él solo era un chico guapo. Quizá menos que él, pero más joven y sabía bailar. Al fin y al cabo, bailar era la gran afición de Marina. Cada día desde que ella le dejó pasaba así las tardes. Solo por pensar lo que había sentido, el dolor causado y lo que siente por Marina. Se le ponían los pelos de punta pensando en lo que le haría. Había especulado con todas las maneras posibles de hacerlo. Ya no. Ahora solo se limitaba a palpar el acero de la pistola. Si ni siquiera tenía balas. Muchos perros y algún canario las habían probado. Ya no tenía ninguna. Y con su mísera jubilación no podía pagar más. Tampoco quería usarla más. Su amigo Jordi se lo había dicho en repetidas ocasiones. Deshazte de ella, sólo está haciendo que tu odio persista. No te sirve para nada seguir haciendo esto. Pero ahora ella era feliz, él era más joven y sabía bailar. Bailar: la única y gran afición de Marina.

Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page